Transitando las huellas del Padre Fundador

SCHOENSTATT, Francisca Urrutia. «Cuando toqué la tumba del Padre, algo muy raro me pasó. La piedra es fría pero sentía mis manos muy calientes y con cosquilleos. Los ojos se me llenaron de lágrimas. No podía pensar en otra cosa más que en él. Después de escuchar tantas historias sobre su vida, estaba recibiendo su energía, estaba a su lado». Schoenstatt está lleno de huellas del Padre Kentenich, y no sólo las grandes peregrinaciones que vienen en los meses de mayo a septiembre lo pueden descubrir.

Cristina Delpino con su hija Isabel, de Chile, junto con Luis y Susana Anello, un matrimonio argentino, y Francisca Urrutia, voluntaria de la Oficina de Prensa, de Argentina también, a las 10 y cuarto de la mañana del 25 de noviembre comenzaron su paseo por Schoenstatt. La Hermana Ivonne Maria, de Ecuador, fue su guía.

El recorrido comenzó en el Santuario Original. La Hermana contó su historia, desde que se construyó hasta que pasó a ser el rincón de la MTA. Luego siguió con los héroes de Schoenstatt y sus cruces negras detrás del Santuario Original. Cristina estaba muy entusiasmada con todas las historias y se sacaba sus dudas con preguntas que la Hermana Ivonne Maria respondía con alegría. Emocionó a todos con anécdotas del Padre Fundador y las dificultades a las cuales tuvo que enfrentarse. Algunas anécdotas ya eran conocidas, y sin embargo, todas parecían nuevas y enriquecedoras.

Después ingresaron al Santuario y rezaron por un largo rato. Algunos escribían sus intenciones y las dejaban en la vasija del capital de gracias mientras que otros simplemente contemplaban la paz de este lugar sagrado.

Conociendo al Padre

Por la tarde siguieron con el recorrido, y en el auto de los Anello partieron al Monte Schoenstatt. ¡Por suerte los Anello tenían auto! Si no, iban a tener que ir a pie por un calle en construcción llena de escombros y obreros trabajando, y en pleno mes de noviembre con sus típicas lluvias diarias, terminaban todos embarrados.

Fueron a la Casa del Padre donde con mucha atención escucharon de principio a fin la vida y obra del Padre Kentenich. En la estatua ante la cual la madre del niño José lo consagró a María se dejó una pulsera. Al lado de la estatua había un cofre lleno de rosarios y cadenitas que la gente había ido regalándole a la Virgen, imitando a Katherina Kentenich.

Isabel se metió en el búnker, una réplica de la bóveda bancaria de la cárcel de Koblenz donde estuvo el Padre Kentenich durante cuatro semanas en 1941. Este era muy angosto y la pobre Isabel se golpeó la cabeza con el techo porque era muy bajo.

El destino más esperado

Al finalizar el recorrido por la Casa del Padre se dirigieron a la Iglesia de la Adoración. Al ser de noche no pudieron contemplar el juego de luces de la Iglesia pero igualmente quedaron sorprendidos por la grandiosidad de la misma y su hermosura.

El último destino fue la tumba del Padre. Se arrodillaron a su lado, le dejaron cartas y fotos y no pararon de rezar. Todos estaban emocionados, algunos lo demostraban más que otros con lágrimas en los ojos. Nadie se quería ir.

Para el grupo, Schoenstatt era un lugar más a visitar dentro de su plan de viaje. ¡Estuvieron sólo dos días en este lugar de gracias y fueron bendecidos por la MTA porque en el día de la visita hubo sol! ¡Cuando llegó la hora de irse no querían hacerlo!

Un aviso más: Cada sábado a las 14:30 se ofrece a la gente de habla hispana una visita por Schoenstatt que culmina a las 17:30 en el Santuario Original con el rezo del rosario internacional. Si llega a venir a Schoenstatt no se pierda esta oportunidad. ¡Están todos invitados!

Fuente: http://www.schoenstatt.de

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